miércoles, 7 de febrero de 2007

La última mentira del día (inmóvil)



Pasó una cosa curiosa el otro día. El buen señor que se sienta a mi lado. Diré que yo no soy de aquella gente que pega la oreja a las conversaciones ajenas, pero el que esté libre de pecado. Otro día hablaré de lo que se oye y escucha en un autobús y las conversaciones ajenas. El caso es que a lo que hablaba el buen señor no le presté mucha atención. Si acaso el tono entre cansado y encrespado de su voz, que igual era porque no quería que le llamaran al móvil o igual porque no quería que le llamaran estando en el autobús. O igual porque eran las nueve de la noche y al final del día andaba más quemado que la moto de un hippie.

Entonces va y dice el señor, y con eso sí me quedé: “Oye, te voy a dejar que estoy entrando por la puerta y está mi mujer”. Claro, ahora que caigo, lo de la mujer igual lo decía por algo, pero igual no. Total, que el buen señor se quería quitar de encima a un engorroso interlocutor, para lo cual soltó la última mentira del día. Ni que decir tiene que el buen señor no estaba traspasando ninguna puerta y menos la de casa alguna. Allí continuó, en el sitio, el buen hombre, sentado a mi lado, sin inmutarse lo más mínimo, hasta el final de su trayecto. Que a veces te dan ganas de iniciar una conversación con esta gente y te da por saber más. Pero creo que ni era el momento ni la persona.

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