Hoy, al venir hasta el sitio en el que escribo esto, el autobús iba en completo, absoluto silencio. Y no iba precisamente vacío. Han sido unos segundos, minutos, momentos, maravillosos.
Nadie conocía a nadie, casi casi nadie miraba a nadie. Se limitaban o nos limitábamos a dejarnos llevar. Quizá por la emoción. Hasta el largo y pesado trayecto de mi autobús me parecía, aunque largo, nada más que sereno.
Ni los móviles, que se estaban echando la siesta.
Que de vez en cuando se agradece y todo.
1 comentario:
Bendito silencio en el mundanal ruido en el que vivimos. Viene bien encontrar un respiro al griterío de los niños, al alboroto del tráfico, a las conversaciones chirriantes o hasta los ruiditos de mascar chicle. Me encanta este blog!
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