Creo que estas cosas se hacen así. Si no, ya me perdonaréis.
El autobús que cogía en mi infancia era el 22. Hasta que pusieron el 38. Ya he dicho alguna vez que lo del 22 es más parecido a un viaje turístico por la ciudad de Zaragoza que otra cosa. Pero cuando vuelvo a casa
por la noche prefiero el 22, sobre todo cuando pasa por Conde Aranda.
Vivo en una zona en la que me viene bien coger el 22, el 38, el 42, el 29 y el 31. También el 53 y el 51 E, creo que es. El 42 sólo lo cojo
cuando voy al Mediamarkt. El 31 apenas lo he cogido un par de veces en mi vida y ni sé por dónde va.
No me preguntéis por qué, pero
no me gusta hacer transbordos. De pequeño, si uno de los dos equipos se tenía que quedar con uno menos, me gustaba que fuera el mío. No me gusta jugar con ventaja. En lo de los autobuses, igual. Aunque creo que
no es lo mismo.
No sé tampoco por qué, pero
el 33 es un autobús que no me gusta. Tal vez porque sea doble y al 38 sólo lo ponen doble los días que hay rastro y sólo por la mañana.
Creo que me he subido a todos las líneas de Zaragoza en algún momento de mi vida. Menos el 37, que ni sé adónde va.
Me molestó mucho un día hicieron un reportaje de los autobuses en el Heraldo y llamaban al 38 “el de las ferias”.
¿He cogido alguna vez
el número 39? ¿Y el 27?
Me intento sentar siempre en uno de los
dos últimos asientos que van de espaldas.
Me gusta cuando me preguntan cómo ir a la Romareda y yo digo: el 20, el 30, el 40, el primero que llegue. O el 45.
¿128 y 131?
El 24 me trae
recuerdos agridulces.
Ahora creo que hay que pasar el testigo y que alguien más haga un meme de su blog. Dos o tres, me parece. Pues yo digo que estas
dos personas.